Jaime García Terrés parece observarlo todo con ojos examinadores, de esos que parecen plantearse preguntas de manera constante sobre lo que hay a su alrededor, al momento de tomar la palabra no deja de mover las manos, y su voz ronca, tal vez por la edad, eleva su tono cuando habla de poesía.
Es robusto, de piel blanca, en su frente amplia se dibujan líneas acompañadas de una tenue sonrisa al decirle que es considerado uno de los principales promotores de la cultura en nuestro país.
Desde muy joven comenzó a ocupar importantes puestos en el ámbito cultural, aún no terminaba su tesis de licenciatura, cuando fue nombrado por Carlos Chávez, subdirector del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Tuvo a su cargo la embajada de México en Grecia entre 1965 y 1968 y en 1982 fue nombrado director del Fondo de Cultura Económica, FCE.
En la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, fue presidente de la Comisión Editorial (1953-55), director general de Difusión Cultural (1953-65) y director de la Revista de la Universidad de México (1953-1965).
Ahora es una época distinta, se cumplieron dos años del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN; del asesinato de Luis Donaldo Colosio, y se trata de superar la fuerte crisis que devalúo al peso mexicano.
Su vida se encuentra en un momento, según él, más tranquilo, su actividad se reparte entre el periódico Excélsior del que es colaborador, de la Sección Sábado de Unomásuno, la Biblioteca de México, y envíos especiales para diversas publicaciones extranjeras.
Su barba está cubierta de canas, es necesario el uso de anteojos cuando antes eran un simple accesorio. De traje azul marino y corbata del mismo tono nos recibió puntual en su oficina como Director de la Biblioteca de México, e hizo una pausa en su trabajo para hablarnos de sus recuerdos, sus libros, y por supuesto de poesía.
Un precoz encuentroSe inició de forma simultánea en la prosa y la poesía desde que era un niño. Los textos escritos durante la infancia los consideró un poco en broma, y recuerda algunos románticos de cuando uno empieza a enamorarse, o poemas que en los casos más desafortunados, guardan las mamás y las tías.
“Primero escribí prosa, tenía hasta una novela que comencé a escribir a los 11 años y ya no pude continuar, porque en el primer capítulo morían todos los protagonistas: el personaje principal salía a la calle y algo le pasaba, a su esposa la había atropellado un coche, y luego su hijo tenía una enfermedad mortal”.
“Más adelante, a los 15 o 16 años, comencé a escribir poemas, pero no recuerdo haberme planteado entonces cuestiones de tipo estilístico”.
Fue en secundaria cuando comenzó por escribir epigramas, después pasó a la traducción, y fue así que conoció más de poesía.
“De otra manera me habría quedado con los versos de que nos hablaban en los cursos de gramática: pobre barquilla mía, tan sola, desolada..., o peor: trabaja joven, sin cesar trabaja...”, comentó entre risas.
García Terrés afirma que fue gracias a la ayuda de Alfonso Reyes que se inició formalmente en las letras con el ensayo Panorama de la crítica literaria en México, y
le dio prestigio entre los jóvenes de su generación.
“Recuerdo que Alfonso Reyes calificó positivamente mi plática. Al día siguiente me mandó una carta muy estimulante: El gran júbilo con el que veo nacer a las letras un joven..., etcétera. Eso para mí fue un signo de verdadero afecto. Ahí comenzó mi amistad con Alfonso Reyes, a quien no termino de citar e invocar”.
Entonces podríamos decir que considera a la escritura como su primera pasión...“La música fue mi primera pasión, que se consolidó gracias a que mi madre me hizo estudiar música de niño. Un día me amenazó: Debes tener cultura musical. Te voy a poner una maestra de piano. Yo dije: De ninguna manera."
El piano sólo sirve para que cuando uno va de visita alguien diga: a ver, que el niño nos toque algo. Así que preferí el violín, porque a nadie se le ocurre decir: que toque una piececita de violín, entre otras razones porque no anda uno cargándolo. Fui un pésimo discípulo, pero aprendí algo de técnica musical.
“La música fue lo primero que disfruté como arte. Eso que se llama placer estético, un placer que no se parece a ningún otro. Brincos diera por haber sido compositor, pero ni siquiera concebí la posibilidad de ser intérprete. Cuando aún no hacía poemas ya tenía nociones de música y de disfrute musical”.
¿La música influyó en su escritura?“Yo creo que sí. Comencé con estricto apego a la métrica más convencional. Luego, sin prejuicio de seguir creyendo en la prosodia, la cambié un poco. Creo, como decía Ezra Pound, que no hay que escribir versos con metrónomo sino siguiendo la respiración”.
La poesía, el poeta, y la prosaPara Jaime García Terrés no todo el mundo puede escribir prosa, en la narrativa las cosas se presentan de un modo menos caprichoso y voluble que en la poesía, pero también tiene una espina vertebral, un camino a seguir que hay que aprender a caminar para no extraviarse.
“César Vallejo es un ejemplo de un gran poeta que escribe una prosa pésima. No dejará de ser el gran poeta que es porque se diga la verdad sobre su prosa. Sus crónicas por lo que apuntan, son interesantes, pero no se sostienen tampoco por sí mismas”.
“En narrativa siempre he tenido la tentación un tanto frustrada de escribir novela o cuento. Nunca he logrado algo que realmente me agrade. ¿Cómo hacer un libro de narrativa? Opté por un álbum de coloquios, encuentros y figuras en El teatro de los acontecimientos”.
¿Cómo definiría la poesía?``Creo que la poesía es algo sobrenatural, absoluto, indispensable. La poesía es instrumento de conocimiento, fuente de placer, puerta a lo maravilloso. Al paso de los años es una de las pocas cosas que uno conserva''.
“La poesía es como la gracia: sopla donde quiere. Y a veces de esa gracia uno puede aprender, experimentar. El poema proviene siempre de una intuición que es fruto de la experiencia. La poesía es experiencia. Sin eso no hay nada”.
“La escritura me obliga a un balance nada fácil; mucho de lo que uno pretende tener muy claro y ordenado, al hacerle frente, resulta inmerso en una confusión muy molesta. No me agrada simplificar lo que es complejo ni aclarar lo que es oscuro, pero no está de más el reexamen constante de la propia verdad”.
Las manchas del solEs uno de los libros más significativos para Jaime García Terrés ya que reúne su obra poética que representa medio siglo de trabajo, de 1953-1994. Primero fue publicado en España y más tarde en México, en la capilla del Instituto Helénico, donde estuvieron presentes Octavio Paz, Álvaro Mutis, Alejandro Rossi y Carlos Mosiváis.
¿Cómo se dio el proceso para que se publicara este libro?La publicación de las Manchas del Sol fue propiciada por Javier Pradera que me pidió algo y le ofrecí este libro que reúne mi poesía de 1956 a 1987 y lo editó con una rapidez a la que no estamos acostumbrados en México.
Pensé mucho el título para la reunión de mi poesía, de varias opciones me quedé con dos, De piedra en piedra y Las Manchas del Sol, los puse parcialmente a votación entre algunos jóvenes amigos y la mayoría eligió el segundo título. Las Manchas del Sol me parecía también que decía más cosas y sobre todo entraba en la línea del sol negro de los esotéricos, de Nerval o de la melancolía, o el mismo sol negro del cuadro de Durero. Sólo que busqué un ángulo distinto. El sol es luminoso y tiene manchas, así vinculo aquellas interpretaciones con los contrastes dialécticos y necesarios de la vida.
La reunión de mi poesía no estuvo condicionada a un dogma o código definido. Esta suerte de labor se emparienta, más bien, con la escritura de un poema, una especie de planificación instintiva, de arquitectura íntima, parecida a la que realiza un pintor frente a su cuadro.
Por último qué consejo les daría a aquellos jóvenes que apenas inician en el mundo de las letras La inspiración, iluminación o como quiera llamársele, viene no de tarde en tarde sino de año en año, y para eso hay que cuidar que los lápices estén bien afilados y que contemos con los instrumentos más apropiados para escribir. Desde luego, creo que hay que trabajar mucho, no pretender que todo lo resuelva la inspiración. Escribir y escribir, incluso a riesgo de repetirse.