Homenaje a un gran maestro
En el caso del periodista y reportero de guerra, Riszard Kapuscinski, su fama radica no tanto en su persona, sino en su visión del periodismo como una herramienta para mostrar un pedazo de realidad al servicio de la sociedad y no a la de los intereses de una empresa informativa.
Siendo consecuente con sus ideas escribió diversos libros basados en sus aventuras ya sea como enviado o corresponsal en distintos países y Ébano es el quinto de los cuatro títulos que se han traducido al español.
Al pensar en África lo vislumbramos como un país enorme, y no como un continente conformado por países, por lo tanto la imagen de miseria, pobreza y olvido se vuelve general, ¿quién no recuerda en los noventa el bombardeo de imágenes de hombres, mujeres y sobre todo niños, muriendo de hambre en Somalia?
Es un país de contrastes, por un lado la miseria y por otro la majestuosidad de su naturaleza, Kapuscinski se dedica a viajar y salir de las rutas convencionales que generalmente siguen los turistas, para presentarnos los lugares y personajes protagonistas de estas crónicas narradas de una manera literaria llena de vivencias y testimonios.
A través de un lenguaje ameno nos dejamos guiar por África a conocer su cultura en la que es el hombre quien influye sobre el tiempo y su vida llena de religiosidad, se encuentra rodeada de tres mundos: el visible, el de los antepasados y el de los espíritus; sus chozas de barro; su entorno lleno de elefantes, búfalos, cebras, leones, y de un calor insoportable; sus enfermedades como la malaria, o la tuberculosis; la hambruna y la pobreza.
Viajar por Acra y Kumasi, ubicados en Ghana, adentrarnos en su bosque tropical a bordo de un autobús que no arranca hasta que se llene todo.
Llegar a Dar es Salaam poco tiempo después de su independencia, en donde el apartheid abre más la brecha entre los negros y blancos y hace más marcado los problemas raciales.
Después, ir a Kampala, en Uganda para ser testigos de su independencia en 1960, y cómo asciende al poder uno de los dictadores más conocidos de África: Amín, cuyo gobierno de ocho años deja un saldo de entre 150 y 300 mil personas muertas.
Las peripecias para llegar a Zanzíbar, una isla con un papel importante en el comercio de esclavos, dominado por los árabes y afectado por un golpe de Estado que encabeza un joven de tan sólo veinticinco años.
Un golpe de Estado simultáneo en cinco ciudades de Nigeria en 1966 y seguir de manera cronológica, los acontecimientos en Lagos, Kaduna, Ibadán, Benin y Enugu que simplifica la historia de muchos países africanos que al obtener la independencia todo se llena de optimismo, pero el paso del tiempo les confirma que no se produjo ningún milagro .
Recorrer los caminos de Etiopía central, que pueden volverse pesados y peligrosos a causa de bandidos llamados shiftas, y ver su mercado local rodeado de desahuciados y hambrientos y finalmente constatar en Lalibela, una de las ocho maravillas del mundo con once iglesias repletas de mendigos, el horror de nacer y desaparecer sin que a nadie le importe.
Una visita a Ruanda marcada por la problemática étnica entre hutus y tutsis que significó la muerte para miles de personas inocentes, o a Sudán dividida al norte con los árabes musulmanes, y el sur con negros cristianos.
Somalia, con su pueblo de varios millones de habitantes con lengua e historia comunes y con una misma religión, la islámica. Dais-Abeba, la historia del régimen de Mengistu y su caída.
Viajar en tren hacia Bamako y pasar de la hierba verde, al amarillo del desierto y conocer a los tuaregs o conocer Rtomboctú, o caminar por Asmara en Eritrea, un país pequeño y entre los más pobres del mundo.
Ébano es una oportunidad para conocer conflictos de los que no se tenían conocimiento en el mundo, para adentrarse en un lugar del cual casi nadie quiere hablar, pero que esta ahí, olvidado, saqueado, explotado, y reina la desigualdad en la que unos lo tienen todo y otros no tienen nada.
Países de un continente en donde poblaciones enteras buscan sobrevivir y algunos se dan tiempo para reír y bailar, donde no hay tiempo, donde todo es un misterio.
Kapuscinski tenía razón al anhelar un cambio en el mundo. En África no basta conocer sólo su superficie, sino conocer el interior para que las culturas se conozcan y se acerquen.
Siendo consecuente con sus ideas escribió diversos libros basados en sus aventuras ya sea como enviado o corresponsal en distintos países y Ébano es el quinto de los cuatro títulos que se han traducido al español.
Al pensar en África lo vislumbramos como un país enorme, y no como un continente conformado por países, por lo tanto la imagen de miseria, pobreza y olvido se vuelve general, ¿quién no recuerda en los noventa el bombardeo de imágenes de hombres, mujeres y sobre todo niños, muriendo de hambre en Somalia?
Es un país de contrastes, por un lado la miseria y por otro la majestuosidad de su naturaleza, Kapuscinski se dedica a viajar y salir de las rutas convencionales que generalmente siguen los turistas, para presentarnos los lugares y personajes protagonistas de estas crónicas narradas de una manera literaria llena de vivencias y testimonios.
A través de un lenguaje ameno nos dejamos guiar por África a conocer su cultura en la que es el hombre quien influye sobre el tiempo y su vida llena de religiosidad, se encuentra rodeada de tres mundos: el visible, el de los antepasados y el de los espíritus; sus chozas de barro; su entorno lleno de elefantes, búfalos, cebras, leones, y de un calor insoportable; sus enfermedades como la malaria, o la tuberculosis; la hambruna y la pobreza.
Viajar por Acra y Kumasi, ubicados en Ghana, adentrarnos en su bosque tropical a bordo de un autobús que no arranca hasta que se llene todo.
Llegar a Dar es Salaam poco tiempo después de su independencia, en donde el apartheid abre más la brecha entre los negros y blancos y hace más marcado los problemas raciales.
Después, ir a Kampala, en Uganda para ser testigos de su independencia en 1960, y cómo asciende al poder uno de los dictadores más conocidos de África: Amín, cuyo gobierno de ocho años deja un saldo de entre 150 y 300 mil personas muertas.
Las peripecias para llegar a Zanzíbar, una isla con un papel importante en el comercio de esclavos, dominado por los árabes y afectado por un golpe de Estado que encabeza un joven de tan sólo veinticinco años.
Un golpe de Estado simultáneo en cinco ciudades de Nigeria en 1966 y seguir de manera cronológica, los acontecimientos en Lagos, Kaduna, Ibadán, Benin y Enugu que simplifica la historia de muchos países africanos que al obtener la independencia todo se llena de optimismo, pero el paso del tiempo les confirma que no se produjo ningún milagro .
Recorrer los caminos de Etiopía central, que pueden volverse pesados y peligrosos a causa de bandidos llamados shiftas, y ver su mercado local rodeado de desahuciados y hambrientos y finalmente constatar en Lalibela, una de las ocho maravillas del mundo con once iglesias repletas de mendigos, el horror de nacer y desaparecer sin que a nadie le importe.
Una visita a Ruanda marcada por la problemática étnica entre hutus y tutsis que significó la muerte para miles de personas inocentes, o a Sudán dividida al norte con los árabes musulmanes, y el sur con negros cristianos.
Somalia, con su pueblo de varios millones de habitantes con lengua e historia comunes y con una misma religión, la islámica. Dais-Abeba, la historia del régimen de Mengistu y su caída.
Viajar en tren hacia Bamako y pasar de la hierba verde, al amarillo del desierto y conocer a los tuaregs o conocer Rtomboctú, o caminar por Asmara en Eritrea, un país pequeño y entre los más pobres del mundo.
Ébano es una oportunidad para conocer conflictos de los que no se tenían conocimiento en el mundo, para adentrarse en un lugar del cual casi nadie quiere hablar, pero que esta ahí, olvidado, saqueado, explotado, y reina la desigualdad en la que unos lo tienen todo y otros no tienen nada.
Países de un continente en donde poblaciones enteras buscan sobrevivir y algunos se dan tiempo para reír y bailar, donde no hay tiempo, donde todo es un misterio.
Kapuscinski tenía razón al anhelar un cambio en el mundo. En África no basta conocer sólo su superficie, sino conocer el interior para que las culturas se conozcan y se acerquen.
4 Comentarios:
Por razones y casualidades, actualmente estoy sumido en el tema de la cultura.
Desde la perspectiva de un mundo capitalizado, industrial y posmoderno solemos acercarnos a la diversidad de culturas desde dos puntos: el relativismo cultural o la autoridad hegemónica de la "civilización" occidental (lo que abre una discusión ética en la que no quiero entrar por su extensión). Parece que siempre partimos de prejuicios.
La tarea de comprender las diversas culturas creadas por el hombre sin ejercer juicio alguno previo a conocerlas parece ser enorme. Un trabajo que le toma a un hombre buena parte de su vida(como el caso de Kapuscinzki), necesita mucho más trabajo para ser comunicado de manera efectiva, para formar criterios justos y tolerantes entre la sociedad ignorante (sin sentido peyorativo).
Ya que mencionaste África, el continente, me parece pertinente que en tu actividad reporteril le dediques un espacio a Africala, el festival de cine africano que está a punto de llevarse a cabo durante abril en la ciudad de México, ya que, según sus organizadores, la intención es mostrar esa vastedad y diversidad de la que hablas en tu post.
Observación:¡Cuénta más cosas! Pareces una blogger desganada.
Aclaro, sólo digo que le eches jiribilla.
Sólo quería saludarte. te has desaparecido, ojalá te aparezcas pronto por la facultad y podramos verte. Saludos
Me dieron muchas ganas de leer ese libro!
En ralidad es increible la cantidad de desastres que ocurren todo el tiempo en Africa. Matanzas, guerras civiles, todo comenzando con un loteo que hicieron a mediados del siglo XIX las potencias europeas para repartirse sus tierras y recursos, sin respetar fronteras naturales y culturales. Cosa de mirar un mapa político para darse cuenta que solo faltó poner una alambrada.
Sólo en la página web de la ONU he podido ver noticias de ese continente con certa regularidad...
Saludos, que estés muy bien
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