Bienvenida melancólica
Tal vez no es el texto más optimista para iniciar. Ya sé que siempre había dicho que no tendría un blog, que la tecnología y yo no nos llevamos, bla, bla, bla, pero como diría mi abuela, "más pronto cae un hablador que un cojo", así que, ante mi crisis neurótica y la sugerencia de tener un diario, esto podría ser una opción.
A manera de prueba...
EL ÚLTIMO SORBO
Esa noche lo miré mirando el vaso de leche que llevaba una semana en la mesita de centro. Hacía tanto frío que no bastaban mis dos pantalones de algodón y la gastada chamarra de hace seis navidades.
Al contemplarlo por un rato que para mí fue infinito, sus ojos húmedos y el vaho de su boca eran lo único que delataba la presencia de una vida, o bueno, ¡de algo que se podría llamar vida!
Desnudo y temblando, tomó el vidrio y lo lamió hasta sentir en sus labios la espuma y los grumos blancuzcos y amarillos; parecía masticar aunque más bien, tragaba.
Esa noche lo miré mirando el resultado de nosotros: un fin agrio, pero tentador de probar.
A manera de prueba...
EL ÚLTIMO SORBO
Esa noche lo miré mirando el vaso de leche que llevaba una semana en la mesita de centro. Hacía tanto frío que no bastaban mis dos pantalones de algodón y la gastada chamarra de hace seis navidades.
Al contemplarlo por un rato que para mí fue infinito, sus ojos húmedos y el vaho de su boca eran lo único que delataba la presencia de una vida, o bueno, ¡de algo que se podría llamar vida!
Desnudo y temblando, tomó el vidrio y lo lamió hasta sentir en sus labios la espuma y los grumos blancuzcos y amarillos; parecía masticar aunque más bien, tragaba.
Esa noche lo miré mirando el resultado de nosotros: un fin agrio, pero tentador de probar.
1 Comentarios:
Pero, al fin, un fin...
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